
Este soneto dedicado a la devoción a la Virgen de las Tristezas ha sido premiado con la segunda mención de honor del premio Atiniense 2011 ( Argentina )
Justo al final del oscuro pasillo
la habitación de un hospital cualquiera,
en la calle rompió la primavera
hecha caudal de vida, luz y brillo.
Tiene los ojos vivos de un chiquillo
fijos en un rosario de madera,
enferma duerme allí su compañera
y el tiempo se le ha vuelto ya amarillo.
Una estampa arrugada entre las manos
de un Cristo que en la cruz ha muerto
por llenarnos el alma de certezas.
Los pensamientos le parecen vanos
y se refugia náufrago en el puerto
de una Virgen que acoge sus Tristezas.
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