sábado, 24 de febrero de 2018

Soneto al Cristo de la Buena Muerte

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Foto de Pedro Jesús Clavijo Domínguez


Alborotado vuelo de vencejos,

moribundo el sol, la tarde fría.

He venido a verte de tan lejos,

necesitaba tanto de tu compañía.

Los charcos de la calle son espejos,

la plaza con su cruz, casi vacía,

tu imagen en los viejos azulejos

consuela este dolor del alma mía.

La copa que de hiel estuvo llena

hasta la última gota fue bebida.

Cumplido tu destino y tu condena

me muestras, Señor, en cada herida

que sólo puede ser la Muerte Buena

si pusimos amor en nuestra vida.


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